En 1884 Chanberland, inventó
un filtro cuya función era la obtención de agua bacteriológicamente pura, sin
embargo este instrumento se convirtió en un instrumento que permitió descubriendo
de los virus. El primer intento en el uso del filtro marcó la pauta para el estudio
de enfermedades infecciosas.
Posteriormente, en 1898,
Beijerinck, realiza un experimento donde reproduce el la enfermedad del mosaico
del tabaco en sabia filtrada, donde demuestra que esta enfermedad se puede
trasmitir a plantas susceptibles. La conclusión de las observaciones es que la
enfermedad no era producida por microbios aerobios o anaerobios, sino por un
virus líquido viviente. El es el primero en usar la palabra virus.
En el año 1917 se demostró
la existencia de virus bacteriófagos, que son específicos de las bacterias,
este estudio se convirtió en un gran avance de la biología molecular, ya que
ellos se convirtieron en el elemento clave para llegar a la conclusión de que
los ácidos nucleídos son la “sustancia de la herencia”.
En las siguientes décadas se
realizaron descubrimientos que fortalecieron los estudios de los virus en el
laboratorio, por ejemplo, los huevos embrionarios, los ratones y otros animales
de laboratorio, y por últimos los cultivos celulares. También en los años 40 se
perfeccionaron las técnicas de microscopía electrónica; y en la década del 50
ya habían aislado la mayoría de los agentes que producían las infecciones más
conocidas, como el polio, la varicela, la rabia, rubeola, etc. En la medida que
se descubrían los virus se avanzaba en la búsqueda de vacunas.
A mediados de la década de
1970, se dio un gran paso en el mundo submicroscópico con el descubrimiento de
los viroides, que a diferencia de los virus carecen de cápcide, por lo tanto se
compone únicamente por una pequeña hebra de RNA.
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